“En semicírculo /se abre
la selva de casas: / unas
al lado de otras.
unas detrás de otras, /
unas encima de otras,
unas delante de otras,
/ todas lejos de todas,
moles grises que
caminan / hasta que los brazos
se le secan / en el
aire frío del sur (…)”
(Alfonsina Storni, “Selva
de mi ciudad”)
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires arrasa el terreno
literario argentino. Afila sus cuchillas PRO y sus láminas de alta capacidad
para la destrucción, para hacer del último rostro de Alfonsina, restos
nivelados y aplanados de versos e imágenes: ladrillos que han sido construidos
a lo largo, a lo ancho y alternos en sus líneas poéticas de todo un pasado
literario.
Sin duda, la función de Mauricio Macri (2011-XXXX) conforma
un sistema de manejo de control liso y rápido, y por cierto, de gran alcance.
El gesto de su función responde a la fórmula “edificio que no se derrumba solo,
lo tiramos abajo”. Y en el acto hipócrita, sólo “alguien” muere. “Por suerte.”
Y en el despeñadero, la metáfora es precipicio real, peligro y clandestinidad.
Alfonsina, las fachadas unas debajo de otras... Qué
visionaria del infierno urbano. Escritura de lo que todavía no había existido,
de la lejana ciudad de oro que no podemos ver su brillo, ni aun en pensamientos.
Un estudioso colombiano, Armando Silva (Ciudades
imaginadas), investigaba las urbes latinoamericanas y decía que todas tenían
un color. ¿Cuál sería el nuestro actual? Ni pigmentos nos deja el mando
primario del tractor PRO. Somos escombros y ciclovías.
La agenda cultural de la Ciudad nos invita a subirnos al
micro amarillo para “un fantástico recorrido por la evolución literaria de
Jorge Luis Borges”. Qué bien. Literatura canonizada en todas las universidades
del mundo. Es cierto, Flores está lejos y no nos dispersemos en el torbellino
de círculos poéticos de la poeta del mar y de la ciudad.
Hay gente con dignidad. Los vecinos de Terrada 578
abuchearon y protestaron la destrucción del gobierno reelecto. Durante años
habían protegido la casa de manera cautelar y así luego se convirtió en
patrimonio cultural de nuestra ciudad. A pesar de esto, el carnero aceleró su
tractor de oruga.
La defensa de los vecinos es una defensa
al lenguaje, pero no sólo a la conservación de quien ha cimentado sus ladrillos,
la defensa de una escritora (Alfonsina Storni), o bien de quien se apropia de la
Storni como lo suyo tan íntimo como compartido (nuestro imaginario cultural). La
defensa de lectura es un acto de protesta del derrumbe simbólico que implica la
demolición de todo un espacio / tiempo (relevancia, memoria, pasado) que
conforma nuestra grilla literaria y estética. El gobierno de la Ciudad agujerea
, en este sentido, todo un potencial aplicable a nuestro canon literario
cartográfico de la identidad.
Recomendados:
1) Crónica de Gustavo Sarmiento, Tiempo Argentino (“Demolieron la última
casa de Alfonsina Storni): http://tiempo.infonews.com/notas/demolieron-ultima-casa-de-alfonsina-storni
2) Tur cultural “Cosmópolis, Borges y Buenos Aires”:
http://agendacultural.buenosaires.gob.ar/eventopadre/cosmopolisborgesybuenosaires/1714
Nota: el último párrafo de esta entrada fue leído en la emisión de ayer (14/12/2011) del programa “Noche tras noche” (Radio Nacional, AM 870). Gracias Gabriela Borrelli por la defensa tan urbana como poética (ver